El aprendizaje como deseo legítimo y la socioformación
Por
Denis Marina
Severiche.
En el medio social en que nos
movemos diariamente observamos la creciente necesidad de ponerse al día con la avalancha
de información, datos y noticias que los medios masivos desencadenan sobre
nuestras vidas. Si bien mucha de esa información es incapaz de permearnos o de
llegar a nosotros lo suficientemente depurada, no porque carezcamos del deseo
de conocer esos datos, sino más bien porque carecemos de los medios personales
de aprehensión de esos referentes.
Sumemos a esto que mucha de esa información
no tiene ni incidencia ni relevancia para la realización de los proyectos de
vida de las personas. No se conecta la avalancha mediática con lo que
consideramos significativo en nuestras visiones de la vida.
Con todo, los seres humanos
poseemos por naturaleza la avidez de aprender. Y digo avidez porque indiscutiblemente
es un instinto, es un apetito o incluso una forma de sed o de hambre de tipo intelectual,
pero en la forma de una curiosidad que arrancó desde nuestra misma infancia, y la
cual debería ser encauzada para que se convierta en motor de nuevas
investigaciones, pesquisas y búsquedas vitales que conduzcan la existencia por
derroteros positivos y edificantes. Que sean motor también de otras nuevas
avideces, nuevos apetitos de saber que fomenten el crecimiento individual y
colectivo de la Humanidad. Actualmente la mentalidad de aprender nuevos
conocimientos para la formación propia y plural llega inclusive a las
comunidades nativas más apartadas, a grupos que han sufrido marginación, y
demás colectividades que sapiencialmente han visto en el deseo de prender un
impulso para la superación de sus conflictos y situaciones apremiantes.
La superación personal que es
producto de un proceso de aprendizaje, interiorización e integración de los
instrumentos y estrategias de vida de los que el ser humano hace acopio a lo
largo de su existencia. El enfoque socioformativo de la educación puede
contribuir esta superación personal que, de entrada, se ve favorecida por el
deseo natural de aprender.
Este deseo natural de aprender no
constituye una adquisición contemporánea. Su presencia en el espíritu humano es
de larga data. Pero la demanda de los tiempos modernos exige que aquello que se
aprenda ayude a resolver las inquietudes que descansan en el centro del
espíritu del individuo. Lo que se aprenda debe ser significativo.
La espontaneidad del deseo de
aprender, la naturalidad con que surge en la conciencia de todo individuo y el
impacto positivo que tiene para promover la elevación de la calidad de vida
individual y colectiva es la prueba fehaciente de su legitimidad. La
socioformación, como enfoque educativo integrador y respetuoso de la
multidimensionalidad de la persona humana, contribuye a satisfacer ese afán superador
y, por tanto, a solidificar la legitimación del crecimiento como persona.
Los docentes asistimos a un
cambio de paradigma que va a rehabilitar la valoración e individuos y
sociedades enteras hacen de la educación.
No contar con la información
necesaria para tomar decisiones importantes que aseguren tal subsistencia será
una desventaja que no podrá paliarse sin dificultad. Pero contar con la información
y no tener el ánimo ni el deseo de acceder a ella, de apropiarse de sus
beneficios, es un defecto del carácter que no puede ser reparado por terceros,
porque la emoción por el aprendizaje sólo puede ser sugerida. Recrearla dentro
de cada quien requiere de voluntad afirmativa de quien se acerque a los
servicios educativos. Éstos servicios educativos pueden facilitar la tarea por
la vía del enfoque socioformativo, vinculado certeramente a la totalidad humana.
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