miércoles, 8 de julio de 2015

Educación, socioformación y saber científico


Por
Juan Villalba Uparela.

“Ciencia sin conciencia sólo es ruina para el alma”
Francois Rabelais.

La ciencia en su actual estado tiene una deuda de gratitud enorme contraída desde antaño con los enfoques y métodos que se han utilizado para hacerla avanzar. Los adelantos que se han derivado de su desarrollo han repercutido luego en el avance de la educación. De hecho, educación y ciencia ha sido factores que a lo largo de los siglos se han retroalimentado en procura de la elevación del nivel de vida de sectores diversos de la sociedad, cuando no de todo el género humano. Ciertamente el rigor investigativo, la manera sistemática de proceder, e incluso el conjunto de pasos de concreción de un proyecto de investigación se deben, en gran parte, a los postulados epistemológicos de numerosos pensadores.

Ahora bien, la formación en ciencias es tarea que la educación asume voluntaria e inequívocamente.

Brindar un atisbo del estado del arte actual de la ciencia, esto es, del conocimiento acumulado con que contamos en este momento, es un trabajo abordado por los servicios educativos que faciliten la tarea de acceder y aprehender una síntesis del bagaje los conocimientos de la ciencia que son fundamentales para el empalme con las disposiciones de la educación superior que tienden a la formación de personal idóneo y competente para resolución de problemas en el mundo real y globalizado.

Esta tarea, no obstante, exhibe una complejidad que rebasa los límites de los enfoques tradicionales de educación la cual necesariamente, en el mundo de hoy, debe intentar anclar la instrucción pedagógica con los contextos culturales en los que se mueven los individuos cotidianamente. Con motivo de abordar tal tarea, la educación se tiene que apropiar de un enfoque distinto. Es aquí cuando entra en escena la socioformación.

La socioformación crea las condiciones pedagógicas esenciales para la formación de competencias (1);  las competencias científicas deben incluirse dentro del abanico de competencias que se ven fortalecidas por el enfoque socioformativo.

En un primer momento, las competencias científicas perseguirán un saber conocer (posteriormente lo harán también con un saber hacer y un saber ser) lo cual se vincula a procesos de tipo cognitivo. De aquí que se preste atención al desarrollo de competencias cognitivas (2) que en principio brinden el soporte inicial necesario para poder resolver problemas. Pero solamente cuando este dominio teórico termina por unirse al saber hacer, la solución de problemas reales recibe un empujón, con las ventajas que ello conlleva. Y esto, como tal, tiene en principio un interés técnico, propio de los enfoques tradicionales de la educación.

Pero, para la socioformación, como enfoque nuevo, sincrético e innovador, las competencias tienen un significado mucho más acorde a los desafíos contemporáneos. Para Tobón (2013) en la socioformación las competencias son actuaciones integrales para resolver problemas de contexto con idoneidad, metacognición y compromiso ético, desarrollando y movilizando el saber ser, el saber hacer y el saber conocer (3). Esta dimensión integradora de las competencias socioformativas es el modo en que responde la educación, científica y eficientemente, a los rasgos desafiantes de la sociedad del conocimiento en que nos hallamos inmersos hoy día.

Así pues el desarrollo personal que puede aportar la educación socioformativa no se limita a producir eruditos, seres tecnócratas, ni hombres unidimensionales, sino que se preocupa por el cultivo de la pluralidad de las dimensiones de la vida humana. Y la ciencia, junto a sus competencias, abordada desde este preciso enfoque socioformativo de la educación, se transfigura en un elemento transformador de la vida para bien porque responderá a un proyecto ético de vida.

Como la ciencia se ha ido fortaleciendo con nociones epistemológicas (su propio método) que configuran sus pasos para estos estén encaminados hacia la obtención de beneficios reales y prácticos, sus posibilidades de transformación de la vida son puestos de manifiesto por medio de la educación que divulga los avances. Se deriva de esto que los rudimentos y la técnica del trabajo científico, que la instrucción pedagógica preconiza, así como las ventajas que representa para la mejora de la calidad de vida y la autorrealización de la gente son contextualizados gracias a la puesta en marcha de la socioformación.

Las competencias científicas no tendrán ya un carácter academicista sino  práctico a los planes de vida ética de las personas porque la educación socioformativa, más amplia y conectada, contribuirá al entendimiento de los contextos humanos. Los descubrimientos, los desarrollos y las competencias, no permanecerán ajenos a un proyecto ético de vida, sino que, después de un proceso integrador merced de la socioformación servirán al noble propósito de “humanizar” a los humanos, de reivindicar el papel que la educación puede cumplir en la transformación de la vida de los individuos.

Referencias

(1) Cfr.  https://prezi.com/yodhfxrlopjz/socio-formacion/. Recuperado el 1 de julio de 2015.

(2) Una definición del concepto de competencias cognitivas es la siguiente: “son estrategias y destrezas adquiridas que se basan en experiencias y aprendizajes anteriores. Capacitan a la persona para realizar unas ejecuciones concretas y obtener unos rendimientos evaluables: capacidad de comprender, utilizar y analizar textos escritos para alcanzar los objetivos de la persona que lee, desarrollar sus conocimientos y posibilidades y participar en la sociedad”.  Tomado de  https://pre-texto.wikispaces.com/competencias+cognitivas. Recuperado el 1 de julio de 2015.

(3) TOBÓN, Sergio (2013) Los proyectos formativos: Transversalidad y desarrollo de competencias para la sociedad del conocimiento. México. CIFE: p. 49




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